Había una vez un carpintero fino y delicado llamado Firmín. Sus mesas jamás cojeaban, fabricaba juguetes y autómatas capaces de cantar y bailar. Un día el carpintero recibió un pedido muy especial de un cliente muy especial: el Barón Von Bombus. Firmín serró, clavó, lijó… y entregó puntualmente el encargo. El Barón quedó tan satisfecho que aquél sólo sería el primero de los que realizaría para tan estrambótico cliente.